Pallet, por Lorena Curruhinca

Pallet, Jorge del Valle, Colectivo Semilla, Bahía Blanca, 2016.
Por Lorena Curruhinca.

Los poemas de Jorge están pensados desde una materialidad que a la vez es restricción, el contenido tiene que entrar en un pallet, y ese pallet es también un tiempo: “Las personas hacen lo suyo porque dudan que tiempo y forma tengan sentido”. La restricción no como un signo negativo sino como algo que da cuenta de alguien que está pensando con los materiales con los que se trabaja en la ciudad que vive y que tienen vinculación directa con su situación. Él es un operario / violinista en Bahía Blanca, ciudad puerto; los pallets son donde se deposita la producción.

El yo poético está pensando en varias cosas a la vez dentro de la forma geométrica que propone la disposición de esas tablas: cómo ese objeto es utilizado para construir un “mobiliario moderno urbano”, unas tablas de un sauna, y a la vez está reflexionando sobre la pertinencia de pensar a este objeto y sus derivaciones como estructurador del poema: entiende que hay algo en eso que inquieta y lo dice: “la idea incomoda, provoca estrés en el poema”, de todos modos él señala cierta maleabilidad en esto: “que suda por la exposición mediática, y se afloja”; el pallet con los espacios entre tablas admite la deformación y cuando el sampi lo agarra también cruje un poco.
Repito: en los poemas de Jorge el contenido está en el tiempo que figura un pallet, la forma que encuentra su escritura está contenida ahí porque necesita de la disposición, porque como dice: “un desarrollo en esa línea: una obra”, y en ese pallet están la música, las palabras, los cuestionamientos políticos e históricos.
Todos los poemas del libro pueden ser y leerse como una organización, una estructura. El espacio que cabe en una figura geométrica que son líneas y se sostienen a sí; la materialidad que se apila genera otra combinación aparte de la propia, están orquestándose constantemente, hay un operario que apila. Entre las tablas está la fuga, la filtración, se escapa todo: ¿ahí también están los versos? La figura física que se ausenta —fuga— del poeta es igual o entra en la forma determinada, dice Jorge: “mi ausencia física genera perspectiva, consolida un cuadrado perfecto para el apilado en serie”. Está la producción o el excedente de. Todos esos excedentes de producción yuxtaponiéndose y componiendo otra cosa, y digo componer porque en todo el libro está la composición, la música como lugar que también da lugar el pallet, a semejanza del cuadrado que forma, que también sirve de plataforma, un pallet como objeto tosco que se convierte en casi cualquier cosa. Y son maderas, es decir que hay alguien que las cortó, que las dispuso, que las tocó y determinó que serían eso y no otro objeto. Pero el pallet en los poemas puede ser otro espacio: el lugar donde toca el que dirige una orquesta, donde quien escribe ve que no solo se dirige con la batuta sino que con los gestos de la cabeza se generan variantes en el tiempo, escribe “hay espacios habitados en el torso de los músicos”.
En otro poema, el yo poético anda por librerías y ve cómo esa acumulación funciona con otros elementos: “camino por el suelo de una librería, que sostiene pilas de ejemplares nuevos”.
También el objeto como referencia pertinente a la literatura que se arma sobre una ciudad puerto, él pasa por los lugares y los ve como algo que también leyó en libros de Morfes y Raimondi. O el cuadrilátero boxístico de Omar Nárvaez, de Trelew, la ciudad natal de Jorge, el mismo que vuelve después de perder el título en Japón y que él escribe como alguien que está en una estación de servicio, llena de elementos de otros modos culturales que entran por los puertos; como los maneki neko.
“Algo que suspende el desarrollo del discurso nos empuja siempre (a lo mismo)”, se lee en Calderón y parece que fuera el modo que Jorge encuentra para notar que si el pallet es tiempo y forma siempre tiene que dejar lugar para un resto que rompa siempre con la suspensión.